Mi querida institución ha rectificado. El Consejo de Gobierno de la Universidad de Sevilla ha decidido este lunes en una reunión extraordinaria dejar sin efecto el artículo 20 de la ‘Normativa Reguladora de la Evaluación y Calificación de las Asignaturas’, según ha declarado el rector Joaquín Luque, «para evitar malas interpretaciones». En rueda de prensa, Luque explicó que esta decisión se produce para «reafirmar el compromiso de la Universidad de Sevilla con la recompensa al mérito y el esfuerzo, la reprobación de conductas fraudulentas y la alta valoración de la figura del profesor».
La citada normativa, aprobada en Septiembre, pretendía «garantizar a todos los alumnos su derecho a terminar la prueba pese a que, durante su realización, sea pillado copiando por un profesor».
Desgraciadamente pronto fuimos el hazmerreír de tirios y troyanos. Hasta la familia de un alumno de postgrado colombiano que trabaja becado en nuestro laboratorio llamó preocupada por donde había mandado a su vástago.
Es de sabios rectificar. El problema no es de mala interpretación de los medios de comunicación ni de la mala leche de ese profesorado minoritario «recalcitrantemente antisistema» . Dado el principio de optimización y racionalidad económica que se le supone a tan sabia institución, si las altas mentes pensantes del Alma Mater se pone a la tarea de redactar una prolija normativa al respecto que contemple todos los casos y garantice adecuadamente los derechos de los alumnos será porque:
1) Se presume que un número considerable de alumnos copian, dado que no se va a hacer la normativa para un número no representativo de ciudadanos.
2) Se supone que un respetable porcentaje de profesores sufren trastornos de la percepción tales como a) ilusiones ópticas que les hacen ver una chuleta donde solo había bosquejada una lírica loa a los desarrollos de la ciencia b) Alucinaciones auditivas que les hacen oir voces, murmullos y siseos en los exámenes c) Alteraciones cognitivas que le hacen interpretar como furtivas miradas con aviesas intenciones de plagio donde sólo había un cándido entrecruzar de tiernas miradas amatorias.
Llevo mas de 30 años impartiendo clases en la Hispalense. Y el último alumno que expulsé de un examen fué hace aproximadamente 27 años. Ello no se debe a mi miopía, pasotismo o candidez manifiesta. Se debe al simple hecho de que la mayoría de los estudiantes, si se les provee de unas condiciones de trabajo y aprendizaje adecuado no copian (por ejemplo poner dos tipos de examenes diferentes en la filas adyacentes…).
De donde deduzco que en las altas esferas de mi Institución debe haber mucha gente ociosa, mucha aburridas almas entre nuestras autoridades académicas, a las que le sobra el tiempo y les motiva y refuerza en extremo el parir normativas, reglamentos, códigos y ordenanzas. El sueño de algunos burócratas leguleyos sería que cada profesor y/o alumno tuviese su normativa «personalizada».
A fin de contribuir al solaz de tan insignes personas, pongo en su consideración la siguiente propuesta:
‘Normativa Reguladora de las condiciones bajo las que las autoridades académicas deberán, a pesar de su bonhomía y justas intenciones, presentar su dimisión irrevocable cuando de su conducta se colija un grave daño a la imagen de la Institución»
¡Ahora que se habían gastado el presupuesto de profesores ayudantes y becarios en campañas publicitarias por los autobuses urbanos..van y me hacen esta barrabasada de marketing! ¡Seguro que copiaron en los exámenes de lógica y sentido común!
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