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Posts Tagged ‘conductismo’

El siguiente extracto está tomado de la novela “Híbridos”, tercera parte de la trilogía de ciencia ficción llamada “El paralaje Neanderthal” del escritor canadiense Robert Sawyer. En dicha trilogía se especula con la idea de los universos paralelos de la física cuántica, postulando que hace 40.000 años, se produjo el desdoblamiento de este universo. En dicho momento, en el universo que conocemos, la tierra, surgió la consciencia en el homo sapiens, mientras que en el otro universo, en la otra tierra, fueron los neandertales, la especie inteligente y viable. Por un accidente en un experimento cuántico, Ponter, un científico neandertal  es trasladado a nuestro mundo. Los neandertales han desarrollado una cultura racional, pacifista, ecológica y absolutamente atea. El siguiente fragmento es un diálogo entre una serie de científicos humanos y Ponter, acerca del origen de la religión. Lo curioso es que atribuye esto a dos fenómenos puramente conductuales: el poder del reforzamiento intermitente y de la conducta gobernada por reglas

Pasen y lean…buena ciencia ficción

-¿Sabe algo de psicología, Ponter? -preguntó Verónica, las manos a la espalda.

-Un poco. La estudié cuando aprendía informática en la Academia. Era … ¿cómo lo dirían ustedes? .. Algo que había que estudiar además de la inteligencia artificial.

-Una materia obligatoria -informó Mary.

-En los primeros cursos de psicología, los humanos de aquí estudian a B.F. Skinner -dijo Verónica.

Mary asintió; ella misma había seguido un curso de introducción a la psicología. -Conductismo, ¿verdad?

-Así es. Condicionamiento conductual; refuerzo y castigo.

-Como cuando se entrena a los perros -dijo Ponter.

-Exacto. -Verónica dejó de caminar-. Ahora, por favor, Mary, no diga nada. Quiero oír la respuesta de Ponter sin ninguna influencia suya.

Mary asintió.

-Muy bien, Ponter. ¿Recuerda sus estudios de psicología?

-No, en realidad no.

La joven pelirroja pareció decepcionada.

-Pero yo sí -dijo Hak, a través de su altavoz externo, con su voz masculina sintetizada-. O, más concretamente, tengo el equivalente a un libro de texto de psicología en mi memoria. Me ayuda a aconsejar a Ponter cuando está quedando como un idiota.

Ponter sonrió mansamente.

-Excelente -dijo Verónica-. Muy bien, ahí va la pregunta: ¿cuál es la mejor forma de inducir una conducta en una persona? No algo que uno quiera eliminar, sino algo que se quiera potenciar.

-La recompensa -dijo Hak.

-¡La recompensa, sí! Pero ¿qué clase de recompensa?

-Consistente.

Verónica puso cara de que algo increíblemente significativo acababa de tener lugar.

-Consistente -repitió, como si fuera la clave de todo-. ¿ Estás seguro? ¿ Estás absolutamente seguro?

-Sí -dijo Hak, y parecía más asombrado que nunca.

-Aquí no, ¿sabes? -explicó Verónica-. La recompensa consistente no es la mejor manera de inducir una conducta.

Mary frunció el ceño. Sin duda hubiese podido dar la respuesta correcta hacía tiempo, pero al cabo de tantos años no la recordaba. Por fortuna, el propio Ponter hizo la pregunta que Verónica estaba esperando.

-Bueno, ¿entonces cuál es la mejor forma de inducir una conducta en su especie?

-La recompensa intermitente -dijo Verónica, triunfante. Ponter arrugó la frente.

-¿Quiere decir recompensar a veces la conducta deseada y a veces no?

-¡Así es! ¡Exactamente!

-Pero eso no tiene sentido.

-Por supuesto que no -reconoció Verónica, sonriendo ampliamente-. Es una de las cosas más extrañas de la psicología del Horno sapiens. Pero es absolutamente cierta. El ejemplo clásico es el juego: si siempre ganamos en un juego, el juego se vuelve aburrido para nosotros. Pero si sólo ganamos en ocasiones, el juego puede volverse adictivo. O es como cuando los niños les lloriquean a sus padres «¡Cómprame este juguete!», «¡Déjame acostarme tarde!». Es la conducta que los padres más odian en sus hijos, pero los niños no pueden evitarlo … no porque el lloriqueo funcione siempre, sino porque funciona a veces. Lo imprevisible nos parece irresistible.

-Eso es una locura -dijo Ponter.

-Aquí no -repuso Verónica-. No por definición: la conducta de la mayoría nunca es una locura.

-Pero … pero tiene que ser irritante no poder predecir un resultado.

-Posiblemente -reconoció Verónica-. Pero, claro, no va con nosotros.

Mary estaba fascinada.

-Obviamente quiere llegar a algo, Verónica. ¿A qué?

-Todo lo que estamos haciendo en el Grupo de Investigación Neurocientífica gira en torno a la explicación de la experiencia religiosa clásica. Pero hay montones de creyentes que nunca han vivido una experiencia religiosa, y sin embargo siguen creyendo. Ésa es la laguna de nuestro trabajo, la pieza que falta en la explicación de por qué el Homo sapiens cree en Dios. Pero ésa es la respuesta, ¿ ve? Es la psicología del refuerzo, este detallito de cómo están programados nuestros cerebros, lo que nos hace tendentes a creer en Dios. Si realmente existiera un Dios, una especie racional esperaría una conducta racional y predecible de su parte. Pero no la tenemos. A veces, parece corno si Dios protegiera a cierta gente, y en otras ocasiones, deja que una monja se precipite por el hueco de un ascensor. No hay sentido ni lógica en ello, y por eso decimos …

Mary asintió y terminó el razonamiento por Verónica.

-Por eso decimos: «El Señor actúa de formas misteriosas.»

-¡Exacto! -exclamó Verónica-. Las oraciones no siempre tienen respuesta, pero la gente sigue rezando. Pero el pueblo de Ponter no tiene esa misma constitución. -Se volvió hacia el neandertal-. ¿Verdad?-

-No. Contestó Ponter. No necesito que Hak me diga que tengo que comportarme de una manera. Si el resultado no es predecible, si no puede discernirse una pauta, descartamos esa conducta por absurda.

-Pero nosotros no -dijo Verónica, frotándose las manos. Mary vio en su cara la misma expresión de «¡Portada de Science, allá voy!> que ella misma había tenido hacía años, cuando consiguió extraer el ADN de aquel espécimen de neandertal en Alemania. Verónica le sonrió a Ponter, luego a Mary.

Aunque no haya ninguna pauta, nos convencemos a nosotros mismos de que hay alguna lógica subyacente en todo ello. Por eso no nos inventamos sin más las historias sobre los dioses, sino que nos las creemos.

La Mary religiosa había pasado por completo a segundo plano; la científica que había en ella estaba viviendo su propia experiencia culminante_

-¿Está segura, Verónica? Porque si lo está …

-Oh, lo estoy. Lo estoy. Hay un famoso experimento … le enviaré por e-mail los detalles. Dos grupos de personas jugaban a un juego en una cuadrícula, por separado, sin que les hubieran explicado las reglas. Todos sabían por anticipado que conseguirían puntos por los buenos movimientos y ningún punto por los malos movimientos. Bien, a un grupo se le concedían puntos cada vez que marcaba el espacio situado en la esquina inferior derecha de la cuadrícula … y, naturalmente, después de varios movimientos, los jugadores comprendían de qué iba y podían ganar siempre la partida. Pero al segundo grupo de jugadores se le concedían los puntos aleatoriamente: conseguir puntos o no conseguirlos no tenía nada que ver con los movimientos. Esos jugadores también sacaron reglas que según ellos gobernaban el juego, y estaban convencidos de que siguiendo esas reglas les iría mejor.

-¿De veras? -dijo Ponter-. Yo perdería interés en el juego.

-Sin duda. -Verónica sonrió de oreja a oreja-. Pero a nosotros nos parece fascinante.

-O irritante -dijo Mary.

-¡Irritante, sí! Lo que significa que nos fastidiaría … porque no podemos aceptar sin más que no haya ningún plan subyacente. -Verónica miró a Ponter-. ¿Puedo probar otra cosa? Una vez más, Mary, si no le importa, no diga nada, por favor. Ponter, ¿sabe a qué me refiero cuando hablo de lanzar una moneda al aire?

Ponter no lo sabía, así que Verónica hizo una demostración con una moneda que se sacó del bolsillo de la bata.

Cuando Ponter asintió, indicando que comprendía, la delgada pelirroja continuó:

-Muy bien, si lanzo esta moneda veinte veces, y las veinte veces sale cara, ¿cuál es la probabilidad de que vuelva a salir cara al siguiente intento?

Ponter no vaciló. -Uno-a-uno.

-¡Exacto! O, como nosotros decimos, del cincuenta por ciento, ¿de acuerdo? Mitad y mitad.

Ponter asintió.

-Bien, Mary, estoy segura de que sabe que Ponter tiene toda la razón: no importa cuántas veces haya salido cara antes del nuevo lanzamiento, suponiendo que la moneda no esté desequilibrada. Las probabilidades de que vuelva a salir cara son siempre del cincuenta por ciento. Pero cuando les hago esta pregunta a los estudiantes de primero, la mayoría piensa que las probabilidades deben estar astronómicamente en contra de que vuelva a salir cara. En algún nivel fundamental, nuestros cerebros están preparados para imputar motivación a sucesos aleatorios. Por eso incluso aquellos que no viven el tipo de experiencia que hemos fabricado para usted, Mary, siguen viendo la mano de Dios en lo que en realidad no es más que el azar.

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Una de las críticas más frecuentes que se hace al conductismo es la que se refiere a la osadía y simpleza con la que éste extrapola desde los datos del laboratorio a la vida real. Naturalmente, dicha crítica va acompañada de otra: los estudios de laboratorio no sirven para nada, dada su falta de validez ecológica o externa. Para nada sirve la evidencia de la enorme proporción de terapias y técnicas psicológicas eficaces que se fundamentan en los principios emanados de dichos trabajos. Para colmo, quienes así piensan, además de no aportar tales utilidades, suelen ser unos muy atrevidos extrapoladores de sus propios datos, afirmando, por ejemplo, que el hecho de que podamos “fotografiar” con relativa precisión el consumo de oxígeno de determinadas zonas cerebrales cuando el sujeto realiza una determinada tarea intelectual…nos permitirá explicar, en un breve espacio de tiempo, la conducta humana compleja como subproducto de los diferentes estados neurales. Las psicologías no conductistas, además,  suelen hacer un uso extensivo de las extrapolaciones metafóricas, ya sea ésta una metáfora de índole mecánico-informática o de naturaleza “espiritual”.

La base con la que un conductista extrapola de una especie a otra, y de un ambiente controlado a otro más general se basa en el carácter funcional de sus leyes. Desde que el físico y filósofo austriaco Ernst Mach (1838-1916) utilizara el concepto de “relación funcional” para desbaratar desde su empiriocriticismo los conceptos esencialistas y metafísicos de la teoría newtoniana («la masa inercial no es una característica intrínseca de un móvil, sino una medida de su acoplamiento con el resto del universo»), se fue abriendo la doble idea de que: a) Explicar un fenómeno es ponerlo en relación con otro fenómeno que pertenezca al mismo campo o nivel de análisis, no “captar su esencia” y b) Esa es una tarea fundamentalmente empírica.

Pero volvamos a nuestro terreno, con dos ejemplos: 1) Una rata (sujeto experimental) presiona una palanca (respuesta) y así obtiene una bolita de comida (reforzador) siempre que realice su acción cuando la luz de la cámara experimental esté encendida (estímulo discriminativo). 2) Un niño (sujeto-perdón, participante- experimental) llora desconsoladamente  (respuesta) cada vez que viene a casa su abuela paterna (estímulo discriminativo) porque así suele conseguir que ésta le acabe comprando un regalo (reforzador). ¿Qué tienen en común ambas situaciones?. Esencialmente nada. Funcionalmente todo: En presencia de un estímulo (discriminativo) un organismo emite una respuesta que produce una consecuencia (reforzador) que hace que dicha acción se repita cada vez que el estímulo discriminativo se presenta. Y si mañana un alienígena o un robot mueve sus antenas sólo en presencia de cierta longitud de onda sonora porque sólo así consigue incrementar los niveles de helio de sus depósitos….más de lo mismo. Porque no buscamos las esencias de las cosas, podemos relacionar fenómenos muy diversos que se relacionan siguiendo la misma función. Y el comprobar o no si esto se cumple es una tarea empírica: cuando una rata o paloma se empeña en beber descomunales cantidades de agua a pesar de haber tenido acceso libre a la bebida (“polidipsia inducida por programa”) no está violando la Ley del Efecto (las leyes empíricas no se violan, se cumplen o no bajo determinadas circunstancias)  sino su reducción “esencialista” a un concepto externo: la de que el refuerzo implica homeostasis, reducción de la necesidad o del impulso, o alguna que otra interpretación “adaptativa”. De igual manera una versión funcional de la Ley del Efecto se cumple en un terrorista suicida, pero no así sus versiones esencialistas que presupongan la supervivencia del individuo como base explicativa (extraña al tipo de datos que quiere explicar).

Frente a lo que pensaban los críticos de mediados de los sesenta, que vieron siempre una circularidad viciosilla y una ausencia de explicación científica en este tipo de abordajes funcionales “ateóricos” (léase: no esencialistas), este tipo de proceder ha demostrado ser muy fecundo y a contribuido a auténticas colaboraciones interdisciplinares: la microeconomía, la etología ecológica y la psicología de corte conductual han debatido juntas problemas funcionalmente similares en el marco de las llamadas “Behavioral Economics” y “Behavioral Ecology”.

Hay, con todo, conductistas asilvestrados que no se enteran: aquellos que tratan de hacer una réplica morfológica, que no funcional, de las situaciones del laboratorio a la vida cotidiana. Semejante uso de la extrapolación por similitud formal y no funcional….es todo menos buen conductismo, tal como vemos en este irónico video:

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Una muy clara presentación de la esencia del trabajo de B.F. Skinner que llevaba mucho tiempo con ganas de subtitular…hasta que he tenido tiempo. Lo presenta Murray Sidman, el «padre» de la evitación de operante libre y de las clases de equivalencia. Que ustedes lo disfruten…

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Una de las falsas ideas más extendidas acerca del conductismo es aquella que afirma que éste niega la existencia de los hechos mentales o internos, o al menos les presta poca consideración. Refresquemos pues un poco la “memoria histórica” al respecto:

El  positivismo empírico de Watson
Si nos remontamos al origen del conductismo, a la obra de J.B. Watson, es posible que dicha afirmación no fuera del todo falsa, dado que su positivismo de corte comptiano negaba la posibilidad de tratar científicamente a aquellos hechos sobre los que no existiera la posibilidad de consenso entre observadores independientes.

El neopositivismo lógico del Conductismo Metodológico
El rechazo de Watson al mundo mental de la introspección se transmite posteriormente a neoconductistas como Hull y Tolman, aunque éstos participan de una nueva versión del positivismo (el neopositivismo) que les permitirá inferir supuestos .procesos internos (variables intermediarias o constructos hipotéticos) que se sitúan entre la variable independiente (el estímulo) y la dependiente (la respuesta). Es importante resaltar que, a diferencia de la psicología de la mente propuesta por Wundt,  el “mundo mental” que se deriva de este “Conductismo Metodológico” es meramente de carácter inferencial, nunca directamente observado por introspección. Esta posición, aunque monista en lo ontológico, apoya de nuevo la metáfora de los dos mundos: el mundo directamente observado, los hechos de conducta, y el mundo interior, meramente inferido.

El conductismo metodológico de la psicología cognitiva y las neurociencias.
El legado metaconceptual del conductismo metodológico se traspasa sin demasiados retoques a la moderna psicología experimental de corte no conductista, haciendo posible el paso de la psicología como ciencia de la conducta a la ciencia dedicada a  hacer inferencias de supuestos procesos no directamente abordables, de los que la Conducta es una mera manifestación. Dicha posición va inclinando la balanza progresivamente hacia el mundo de las inferencias (con el subsiguiente debilitamiento de la importancia de los hechos). De nuevo, al hablar del hombre,  parece más importante realizar conjeturas elegantes de carácter “teórico” que comprobar hechos de forma sistemática.

El punto de vista mayoritario o del sentido común
Tanto la psicología no científica de carácter abiertamente mentalista, como la psicología popular, el neoconductismo metodológico, la moderna psicología cognitiva y los enfoques neurocognitivos,  participan de la idea de que el comportamiento es el resultado de procesos internos del sujeto.. Ni que decir tiene, para este punto de vista mayoritario, tales procesos psicológicos internos, además de ser la causa de la conducta son, evidentemente, algo diferente a la mera conducta. Ni que decir tiene, el enfoque guarda un inmenso parecido con la explicación dualista cartesiana. Ni que decir tiene tal enfoque no somete a crítica ni cuestiona la manera en que llevamos enfocando el tema desde siglos. Paradójicamente ni aquellos que defienden explicaciones religiosas del comportamiento humano, ni aquellos materialistas mecanicistas que quieren reducir todo lo psicológico a meras “emanaciones cerebrales”, se encuentran incómodos con la idea de que el comportamiento de un sujeto se debe a procesos que ocurren en su interior y que son de naturaleza diferente al mero comportamiento: para los primeros tales procesos serán la actividad del alma, para los segundos del cerebro. Aunque ontológicamente la diferencia  es importante (dualismo animista frente a monismo materialista) a nivel metodológico ambas posiciones comparten una lógica idéntica: explican la conducta como el subproducto de un proceso interno inobservable cuya existencia, sorprendentemente, se deduce exclusivamente de la propia conducta a la que trata de explicar.

Y llegaron los conductistas radicales…

Ya en 1945, en un simposium sobre operacionalismo, Skinner manifestó su disconformidad con la manera que el conductismo watsoniano y el metodológico abordaban la problemática de los hechos internos. De alguna forma, “el del 45” (como popularmente se conoció a dicho trabajo) puede considerarse el momento fundacional de una nueva forma de conductismo: el conductismo radical (puedes acceder a una versión traducida de dicho artículo AQUÍ). En la práctica, todos los que nos llamamos conductistas de forma no vergonzante, asumimos las posiciones básicas del conductismo radical skinneriano. Ciertamente, existen importantes diferencias entre el conductismo de Skinner, el interconductismo de Kantor y Ribes o  el funcionalismo contextual de los Hayes, por citar solo algunas de las variedades conductistas que aun sobreviven (con gran estupor de aquellos que habían certificado nuestra defunción en los años setenta). Sin embargo, en los esencial todos los conductismos actualmente vigentes comparten un “nucleo básico” con relación al abordaje de los hechos internos.

El núcleo básico conceptual del conductismo actual

Desde la versión radical del conductismo skinneriano, todos los que hoy nos llamamos  “conductistas” compartimos la siguiente posición en relación a los hechos internos:

1)      No es razonable suponer que la capacidad o no de un observador externo para acceder a un hecho delimite  la naturaleza del mismo. Por ello, lo razonable es presumir que los hechos internos que normalmente llamamos mentales, son de la misma naturaleza que los hechos públicos. Es decir, son diversas formas de  conducta, accesibles o no a un sujeto diferente al que las realiza.  Pensar, imaginar, emocionarse, tener sentimientos, recordar, percibir, atender, son verbos que expresan formas de comportarse en determinadas situaciones.

2)      Dada la idéntica naturaleza de los hechos psicológicos internos y externos, lo lógico es asumir que siguen el mismo paquete de “leyes”, la misma “lógica de funcionamiento”.Dicha lógica es la de los hechos de la conducta y constituyen el objeto de estudio de la ciencia psicológica.

3)      Los hechos internos (las conductas no públicas) no son la causa del comportamiento observable ni explican el porqué éste se emite en un momento determinado. Tanto los fragmentos del comportamiento internos como aquellos que resultan accesibles a otros organismos, pueden explicarse apelando a  un pasado público común:  la historia del sujeto en su interacción con el medio.

4)      Las conductas de un mismo sujeto pueden interactuar con otras, haciendo que éstas sean más o menos probables. Por ejemplo: si metes las manos en el bolsillo y no encuentras las llaves de tu coche, eso aumenta la probabilidad de que empieces a emitir conductas de exploración por los sitios en los que normalmente las encontraste en el pasado. Por la misma razón,  un hecho de conducta interno (una idea, un pensamiento) puede hacer más o menos probable una acción manifiesta del sujeto. En tales casos, tratar de indagar acerca de tales hechos internos resultará esencial. Eso no significa sin embargo, que la conducta interna o encubierta sea la explicación del comportamiento público del sujeto. Simétricamente, una acción manifiesta del sujeto puede “probabilizar” otra de carácter privado. En último extremo, en tales casos de interacciones entre conductas de un mismo sujeto,  habrá que explicar tanto el comportamiento público como el privado en base a la historia pasada del sujeto en situaciones similares.

5)      Toda conducta, sea observable o no por otros, se soporta sobre la base de procesos internos de naturaleza no conductual: la actividad interna del organismo, con especial énfasis en la actividad del sistema nervioso. Sin embargo, la actividad del sistema nervioso no es ni explica la conducta: no constituyendo el  objeto de estudio de la psicología. Pretender explicar la actividad psicológica de un sujeto en base a las  reacciones físico-químicas de su cerebro sería una forma de reduccionismo condenado al fracaso. La lógica, métodos de observación, principios y leyes del sistema nervioso son de naturaleza diferente a la lógica, métodos de observación y medida, principios y leyes relevantes aplicables al estudio de la conducta. El razonamiento es similar al que podemos establecer entre los niveles “biológico” y “subatómico”. No podemos pretender explicar los procesos biológicos con la lógica cuántica, aunque asumamos que, obviamente, los fenómenos biológicos están constituidos por materia formada por átomos.

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Aquí os dejo un video sobre Skinner. Aunque muy básico y sencillo, no contiene falsedades ni errores de interpretación, lo que es un gran logro tratándose de algo referido a este autor.  Sin embargo, el legado filosófico, tecnológico y científico de B.F. Skinner es algo más que una serie de divertidos experimentos con animales, como parece desprenderse de este minimetraje de divulgación.  Quien quiera adentrarse en la obra de Skinner sólo tiene que hacer dos cosas:

1) Ignorar cuantas fuentes secundarias sobre su obra encuentre a su paso (hay demasiadas referencias tergiversadas, erroneas e intencionadamente maliciosas, difíciles de discriminar por un novato)

2) Leer su obra, que está prácticamente toda publicada en castellano.

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